Monopolio bajo tierra
Salí rumbo al Presbítero Maestro, mi madre siempre me dijo “Ahí está enterrada tu abuela y no sabes la hermosa escultura que tiene en su cripta”, aunque para ser sincero no tenía ni idea donde quedaba ese cementerio. Tuve la necesidad de pedir ayuda, necesitaba alguien que me guíe o al menos que me diga cómo llegar. Para mi buena suerte, al salir de la casa me encontré con mi tía Ade, ella si que es fanática de la tumba de mi abuela, me dijo “Espera un momento que te digo dónde es y te enseño unas fotos” yo me pregunté ¿fotos? de mi abuela o de su cripta, ¡en fin!, era ella la que me podría guiar. En casa de mi tía Ade, nos dirigimos a su cuarto. Abrió un pequeño fólder y me sacó una revista, en ella se encontraban fotos del mausoleo de mi abuela, la revista lo utilizó para hacer propaganda a un vestido de novia. Ya con una copia de las revistas y con la explicación de cómo llegar, me enrumbé a conocer el mausoleo familiar. Bajé del carro justo frente a la puerta del cementerio. Era la primera vez que iba a uno, apenas subí la mirada vi Jesús. Sí, era Jesús y no era ningún milagro, era una escultura del rostro de Cristo inmensa que estaba siendo tallada por los mismos hombres que tallaban las lapidas. Me encaminé a la puerta principal, en el camino me rodearon mujeres que vendían flores “Llévele flores a su familiar, embellezca su tumba”, me hubiera gustado poder llevarle flores a mi abuela. Me encontraba frente a la puerta número cuatro, y me encontré con el vigilante “¿Si, qué desea?”. “Buenos días, vengo a ver a mi abuela”. “¿Su ticket de pago?”. En ese momento me pregunte ¿Ticket de pago? Ya tenia la certeza que se venían los problemas “Disculpe, ¿necesito pagar para poder ver a mi familiar?”. “¡Tiene o no tiene!”. Ahora si era el colmo, no se si será culpa del neo liberalismo, de un consumismo exagerado o de la viveza del peruano; pero no estaba dispuesto a pagar por mi derecho a ver a mi familiar, con un tono violento le dije, le exigí que me diga donde se encontraba el encargado. Yo no pensaba quedarme ahí parado sin hacer nada. Entré a la Dirección, al menos eso era lo que decía el letrero sobre la puerta. Me encontré con un señor bonachón, vestía como el típico servidor público, su pantalón marrón, camisa blanca percudida y zapatos sin lustrar. Le dije que cómo era posible que cobren por entrar a ver a mi familia, pensé que me diría no señor, eso no pasa, quién le ha dicho eso; pero la respuesta fue otra, me afirmó que sí se cobra por entrar y hay tarifas para estudiantes de colegio, universidad y para el público en general; y las fotos son otro tema, por cada 10 fotos, tenía que pagar 12 soles. No lo podía creer. Le dije “Están lucrando con los muertos y con el derecho de todos”. El director al ver mi molestia, acepto que yo entre. “Los universitarios pagan cinco soles, pero como es tu familiar, te haré pasar”, me pidió mi DNI, copió el número, mi nombre y en el apellido. Se detuvo por unos momentos “Garrido-Lecca, ese no es… ¿ese no es el apellido de un ministro?”. “Sí, es mi primo”. En ese momento su cara cambió completamente, pasó de tener un rostro sarcástico y burlesco, a asustado y de respeto. Me causo gracia, si supiera que con mi familia paterna no me hablo y que si los veo, es por la muerte o cumpleaños de algún tío. Ya con la licencia en la mano, me dirigí nuevamente a la puerta número cuatro, aún estaba el vigilante. “Ya pago su entrada”, me dijo con un tono cachoso. “No, yo no necesito pagar entrada para ver a mi familiar” le contesté cachosamente y le di el permiso que me dieron en dirección. Caminé hasta llegar a “La Cripta de los Héroes”. Doble a la izquierda como me indicó mi tía. “¡Por fin!”. encontré la famosa estatua que desde chico mi madre la nombraba todos los domingos. Sí, era bonita, un hombre de bronce arrodillado, con los brazos cruzados, rosas en las manos y llorando al pie de una tumba de piedra. Me quedé examinando la estatua por un momento, fijándome en todos los detalles, las curvas, los músculos, las venas, hasta la expresión del rostro; en ese momento le di la razón a mi madre, era una escultura preciosa.
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