domingo, 30 de septiembre de 2007

Crónica "Monopolio bajo tierra"

Monopolio bajo tierra

Salí rumbo al Presbítero Maestro, mi madre siempre me dijo “Ahí está enterrada tu abuela y no sabes la hermosa escultura que tiene en su cripta”, aunque para ser sincero no tenía ni idea donde quedaba ese cementerio. Tuve la necesidad de pedir ayuda, necesitaba alguien que me guíe o al menos que me diga cómo llegar. Para mi buena suerte, al salir de la casa me encontré con mi tía Ade, ella si que es fanática de la tumba de mi abuela, me dijo “Espera un momento que te digo dónde es y te enseño unas fotos” yo me pregunté ¿fotos? de mi abuela o de su cripta, ¡en fin!, era ella la que me podría guiar. En casa de mi tía Ade, nos dirigimos a su cuarto. Abrió un pequeño fólder y me sacó una revista, en ella se encontraban fotos del mausoleo de mi abuela, la revista lo utilizó para hacer propaganda a un vestido de novia. Ya con una copia de las revistas y con la explicación de cómo llegar, me enrumbé a conocer el mausoleo familiar. Bajé del carro justo frente a la puerta del cementerio. Era la primera vez que iba a uno, apenas subí la mirada vi Jesús. Sí, era Jesús y no era ningún milagro, era una escultura del rostro de Cristo inmensa que estaba siendo tallada por los mismos hombres que tallaban las lapidas. Me encaminé a la puerta principal, en el camino me rodearon mujeres que vendían flores “Llévele flores a su familiar, embellezca su tumba”, me hubiera gustado poder llevarle flores a mi abuela. Me encontraba frente a la puerta número cuatro, y me encontré con el vigilante “¿Si, qué desea?”. “Buenos días, vengo a ver a mi abuela”. “¿Su ticket de pago?”. En ese momento me pregunte ¿Ticket de pago? Ya tenia la certeza que se venían los problemas “Disculpe, ¿necesito pagar para poder ver a mi familiar?”. “¡Tiene o no tiene!”. Ahora si era el colmo, no se si será culpa del neo liberalismo, de un consumismo exagerado o de la viveza del peruano; pero no estaba dispuesto a pagar por mi derecho a ver a mi familiar, con un tono violento le dije, le exigí que me diga donde se encontraba el encargado. Yo no pensaba quedarme ahí parado sin hacer nada. Entré a la Dirección, al menos eso era lo que decía el letrero sobre la puerta. Me encontré con un señor bonachón, vestía como el típico servidor público, su pantalón marrón, camisa blanca percudida y zapatos sin lustrar. Le dije que cómo era posible que cobren por entrar a ver a mi familia, pensé que me diría no señor, eso no pasa, quién le ha dicho eso; pero la respuesta fue otra, me afirmó que sí se cobra por entrar y hay tarifas para estudiantes de colegio, universidad y para el público en general; y las fotos son otro tema, por cada 10 fotos, tenía que pagar 12 soles. No lo podía creer. Le dije “Están lucrando con los muertos y con el derecho de todos”. El director al ver mi molestia, acepto que yo entre. “Los universitarios pagan cinco soles, pero como es tu familiar, te haré pasar”, me pidió mi DNI, copió el número, mi nombre y en el apellido. Se detuvo por unos momentos “Garrido-Lecca, ese no es… ¿ese no es el apellido de un ministro?”. “Sí, es mi primo”. En ese momento su cara cambió completamente, pasó de tener un rostro sarcástico y burlesco, a asustado y de respeto. Me causo gracia, si supiera que con mi familia paterna no me hablo y que si los veo, es por la muerte o cumpleaños de algún tío. Ya con la licencia en la mano, me dirigí nuevamente a la puerta número cuatro, aún estaba el vigilante. “Ya pago su entrada”, me dijo con un tono cachoso. “No, yo no necesito pagar entrada para ver a mi familiar” le contesté cachosamente y le di el permiso que me dieron en dirección. Caminé hasta llegar a “La Cripta de los Héroes”. Doble a la izquierda como me indicó mi tía. “¡Por fin!”. encontré la famosa estatua que desde chico mi madre la nombraba todos los domingos. Sí, era bonita, un hombre de bronce arrodillado, con los brazos cruzados, rosas en las manos y llorando al pie de una tumba de piedra. Me quedé examinando la estatua por un momento, fijándome en todos los detalles, las curvas, los músculos, las venas, hasta la expresión del rostro; en ese momento le di la razón a mi madre, era una escultura preciosa.

sábado, 29 de septiembre de 2007

Empieza desde la secundaria


Centro de estudios:
Los medios de comunicación se empeñan en decir que los jóvenes somos unos individualistas, que ya no tenemos ideales y que no luchamos por nada; es difícil comprender esta máxima, si recordamos que los estudiantes conseguimos, saliendo a la calle, frenar al ex-presidente Alberto Fujimori Fujimori con sus macabras ideas de permanecer en el poder. Si es cierto que somos tan individualistas ¿Por qué le plantamos cara a la policía cuando fuimos duramente reprimidos en la Plaza Mayor?

Además, los estudiantes no sólo llevamos nuestras propias luchas adelante, sino que también estamos apoyando activamente todas las protestas que se dan contra el sistema o en busca de la paz. ¿Cuántas personas con menos de 18 años vemos en todas las manifestaciones?
Pero, claro cuando salimos a defender nuestros derechos, se dice, por parte de medios y políticos, que somos delincuentes, o que somos unos vagos porque lo que no queremos es estudiar; pero, nosotros sabemos lo que estamos haciendo cuando salimos a protestar contra su política y debemos seguir así. Sin embargo, no hay suficiente con esto. Contentarnos con las luchas actuales y con el número de personas que se involucran, sería conformista. No sólo debemos luchar nosotros, sino también todos aquellos que nos rodean.
Está ya suficientemente utilizada la frase de «En mi centro de estudios nadie hace nada». Pero ¿nos hemos preocupado alguna vez de saber si alguien pensaba lo mismo que nosotros?

Las asambleas siempre empiezan por una persona que convence a otra, y esa a otra y así sucesivamente; evidentemente, será difícil aunque no imposible movilizar a todo el centro de estudios en la primera ocasión. Pero, aunque sólo haya 5 personas en la asamblea, eso es un pequeño paso para el centro de estudios y un gran paso para el movimiento estudiantil. Así pues, la cuestión no es plantearnos que nadie hace nada, sino la posibilidad de convocar a los amigos y así empezar a hacer una asamblea.
Ese es el comienzo para movilizar los centros de estudio; ese pequeño esfuerzo puede hacer ganar una lucha. Si todos hacemos esto en nuestro centro de estudio puede significar no tener más masificación, más barracones... Es por esto, que aquellos que estamos concienciados no debemos ponernos en contra de los estudiantes, hasta ahora «no concienciados», sino debatir con ellos hasta que abran los ojos y vean la realidad en la que están inmersos.

Así podremos conseguir cambiar, de una vez por todas, la política derechista del gobierno y la idea que somos lacayos de las grandes potencias imperialistas.

Luchando junto a los demás
Tampoco hay que olvidar que los estudiantes, no vivimos fuera de la sociedad, recibimos también todas las bofetadas que el capitalismo le da a la clase trabajadora, pues, la mayoría, formamos parte de ella. Si hay recortes salariales, nosotros también nos sentimos afectados, ya que habrá menos dinero en casa. Si hay machismo en la sociedad también puede ser nuestra madre o hermana quien sufra violencia doméstica. Si recortan la sanidad pública, nosotros también tenemos que sufrir las largas listas de espera.

Pertenecemos a la clase trabajadora y debemos luchar junto a ella, en todas las movilizaciones y reivindicaciones que ésta realice contra este sistema explotador. Debemos tener presente que aunque no tengamos la fuerza material para paralizar el sistema, podemos encender la chispa que lo haga. Recordemos que no sólo podemos cambiar el mundo, debemos hacerlo.