lunes, 29 de octubre de 2007

Crónica "Hijos del mar"

Hijos del Mar

El Terminal es pequeño. Su entrada es adornada por una variedad de diminutos restaurantes que te ofrecen todo lo imaginable que se puede hacer con los frutos del mar, y lo inimaginable también. A medida que te adentras en él, el hedor a pescado empieza a apoderarse del ambiente; al fondo, antes de llegar al muelle, es la zona de los pescadores.

Ahí, entre redes y carnadas encontré a Juan. Es un hombre alto, de tez morena, con manchas producidas por el sol. Sus manos ampolladas y una mirada de cansancio son testigos vivos del duro trabajo que realiza todos los días.
La conversación empezó con un intercambio de bienes por especies; bueno, dinero por pescado, digamos que era lo justo para que se soltara y quisiera hablarme. "¿Qué tal, como va la pesca después del terremoto?". Tenía que empezar hablando con algo que le cause interés. "Difícil joven, la mar aún sigue muy picada". "¿Si está muy picada no entran?". "No, a la mar se la respeta, es como tu padre diciéndote `No quiero que vengas a garrar mis cosas´. Y al padre no se le desobedece". "Cómo hicieron los días después del terremoto, supongo que estaría más picado aún". "Sí pues, por eso le digo que difícil, los primeros días después del terremoto nadie se metió. El año pasado hubo también un temblor y la mar estaba picado, aunque menos, pero picado y dos compañeros desaparecieron, hasta ahora no se les encuentra sus cuerpos. Por eso esta vez nadie quiso meterse, recién al tercer día nos metimos. La mar aún seguía brava, pero la necesidad ganó, tenía que traer algo para la casa". "Pero… ¿La pesca ahora ya se normalizó?". Con un gesto de preocupación, mientras ordenaba sus redes, me dijo "No, antes nosotros pescábamos acá nomás, buscábamos los peces junto a las rocas, pero ya no hay. Ahora tenemos que irnos hasta el fondo".

En ese momento, hubo una interrupción; era María, la señora a la que Juan le había encargado que corte los peces que compré. Fue un buen momento para cambiar de tema y saber un poco más de su vida.

"Y… ¿Hace cuánto que pescas?". "Yo tengo pescando treinta años, empecé a los diez". "A los diez, ¡asu!, ¿Cómo así?". "Mi padre también era pescador, así que él me trajo a los diez y, bueno, acá estoy ahora". "¿Tú tienes hijos?". "Sí, tengo dos, una mujer y un varón". "¿Y tú vas a seguir con la tradición, tu hijo también va a ser pescador?". En ese momento dejó de arreglar sus redes, subió la mirada, justo a la altura de mis ojos y con un tono tajante, que rompió la pausada conversación me dijo "No, por eso me mato tanto trabajando, yo quiero para ellos algo mucho mejor; no es que no le agradezca a la pesca todo lo que tengo, ni a la mar. Pero el trabajo acá es bien duro, yo no quiero eso para mis hijos. Mi hija estudia educación, y el muchacho quiere algo de sistemas". La cara de satisfecho, de saber que estaba haciendo un buen trabajo con sus hijos lo colmó. "Sí, la educación es muy importante". "Claro, pues joven, la cosa no es quedarse acá, sino, progresar". Me quedé satisfecho con su comentario, ya sabía que me había otorgado bastante de su tiempo, así que me despedí. Estiré la mano y le dije "Adiós, ya regresaré de nuevo para comprarte a ti". Juan también estiró su mano "Hasta luego, joven, lo espero el próximo fin de semana".

En el Perú, lo increíble se vuelve creíble

La escultura “EL ojo que llora”, es más que un homenaje a todas las personas que perdieron la vida durante el conflicto armado que vivió el país, es también una manera de recordar, de obligarnos a no olvidar lo que se vivió, no por perversión; si no, para que no se repita. No obstante, hay quienes no piensan de esa manera, si es que piensan, y de una forma brutal digna de un animal (con el perdón de los animales) han pintado la escultura y destruido con una comba las piedras conmemorativas a las víctimas.
Justo cuando el ex presidente, Alberto Fujimori, ha sido traído al país para ser juzgado, ocurre este hecho, veinte personas señaladas como presuntos simpatizantes fujimoristas por la pintura naranja que utilizaron serian los culpables del atentado contra el monumento. Demostrando una vez más su falta de tolerancia, repudio a los derechos humanos y a la libertad de expresión; cosas que en el gobierno fujimorista era el pan de cada día.
Pero, como en el Perú nunca falta quien cree en la violencia, la apoya y ampara, Martha Chávez ha salido a decir que "aplaude" que alguien haya tenido el valor de atentar contra ese "monumento basura". Agregando que si por ella fuera hubiera ido también con su comba.
Por personas como la señora, es necesario repetir la frase que es bandera para protegernos de los actos de violencia vividos y que esperamos no volver a vivir.
PARA QUE NO SE REPITA

¿Cuánto más se tendrá que esperar?
Hasta la fecha el monumento no viene siendo reparado, ojala que la campaña que involucraba al alcalde de Jesús María, Enrique Ocrospoma, donde se quiso derrumbar el monumento, no tenga nada que ver con la demora en la reconstrucción del mismo.
Mirar albun de foto ---->
Escultura "El ojo que llora"

martes, 2 de octubre de 2007

Crónica "Un masaje de tacones altos en pies inmensos"

Un masaje de tacones altos en pies inmensos

Llegué a las galerías del Ovalo Higuereta. Entre tangas de leopardo y camisetas de fútbol estaba Nila, salón de belleza preferido por las stripers del “Moon Light” y de las más pedidas modelos de “Gamarra Fashion” ahí tendría mi cita con Fernando o “La Fer” como prefiere que le llamen.

Entré y dejé de lado las tangas y camisetas. Ahora era un rosado brillante, espejos por doquier, sillas color carmín y un sinfín de cepillos y peines los que llamaban mi atención. Hasta que apareció ella “La Fer”, media mas o menos 1.75, utilizaba trencitas y un cerquillo que intentaba ocultar las entradas características de un hombre de su edad (calculo unos 35 años), tenía puesto un Top azul con líneas rojas y un Jean ceñido a su delgado cuerpo que no le permitiría a ningún mortal decir que no es toda una mujer.

Saludó cordialmente y me dijo: hola muñeco ¿listo para tu masaje? Y yo, temeroso por aquella mirada coqueta que acompañó el saludo dije que si. Empezó con un lavado capilar y prosiguió a ponerme tres ampollas, a la segunda ampolla me contó un poco de su vida, me enteré que llego a Lima hace nueve años, porque ella es de Chiclayo, dijo que extrañaba mucho a su familia, por eso los llama casi todos los días. Le pregunté: ¿Por qué no vas a visitarlos? Y me respondió que no puede pisar Chiclayo porque su padre lo odia y no puede verlo. En ese momento le vi una pulsera de madera con imágenes de santos y para tranquilizar el ambiente tenso que se generó le pregunte si era católica, me dijo que sí y mucho, por ello perdona a su padre. Con esa última frase termino la charla; fue muy grato hablar contigo precioso, te estaré esperando para un reacondicionamiento capilar, y así de fácil se dio la vuelta y siguió con otro cliente.